El origen y la diversidad del maíz en el continente americano





En dos escritos –el primero elaborado a principios de los 70s y publicado en 1978 y su continuación, publicado en 1980 – Beadle resume las evidencias que se tenían hasta entonces y desarrolla su hipótesis del teocintle como ancestro del maíz.

En primer lugar, a pesar de sus diferencias morfológicas, maíz y teocintle pueden tener progenie fértil y se cruzan de forma natural en el campo. El entrecruzamiento en los cromosomas de los híbridos es normal, por lo que se deducía que existe una relación muy cercana entre ambos progenitores y, según Beadle, también se infería que el teocintle es ancestral al maíz por su capacidad de sobrevivir de forma silvestre.

Asimismo, la dependencia del maíz al cultivo humano indicaba una característica moderna, resultado de la selección ejercida por éstos. Con estas evidencias, y la investigación del origen del maíz lograda hasta ese momento, Beadle fundamentó el estudio del origen del maíz a partir del teocintle, el cual han seguido sus alumnos y los principales grupos de investigadores del maíz en Estados Unidos y América Latina. Otros estudios desde el punto de vista citogenético, de los nódulos cromosómicos del teocintle y el maíz, realizados por Ángel Kato del Colegio de Postgraduados (1976) permitieron identificar la variación y características de cada especie, por lo que se determinó que el teocintle era ancestral al maíz.

Esa investigación fortalecía la hipótesis de la evolución progresiva del teocintle para dar origen al maíz. Por otro lado, el mismo  Beadle, Mario Gutiérrez y Walton  Galinat realizaron experimentos de segregación con los híbridos del maíz Chapalote y el teocintle tipo Chalco, para estimar el número de genes que serían necesarios para diferenciar entre maíz y teocintle. Por los resultados que obtuvieron, concluyeron que “aproximadamente cinco genes mayores diferenciales, independientemente heredados de los progenitores”  podrían explicar el paso de teocintle a maíz.

Además, por una serie de investigaciones antropológicas del folclor relacionado con el teocintle, Beadle interpretó esto como un elemento de soporte de su hipótesis. En muchas partes de México, según los estudios de Garrison Wilkes (1970, 1977), el teocintle se utilizaba, y se utiliza, para mejorar el vigor del maíz. Además, referencias de las exploraciones de Lumholtz (1902) en Chihuahua citan el uso del teocintle para recuperar el rendimiento de campos de cultivo de maíz manejados por las comunidades de la región de Nobogame (Sánchez y Ruiz Corral, 1997). Para Beadle estas observaciones, junto con su propia interpretación de la palabra teocintle, podían constituir un caso de “memoria cultural” que confirmaría la asociación de las culturas prehispánicas con la evolución del maíz a partir del teocintle.  




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