Como
muchas otras ramas del saber, los conocimientos sobre la vegetación se inician,
indudablemente, con el comienzo de la humanidad misma.
El hombre cazador y
recolector, que vivió en México hace 20 000 años o más, estaba relacionado con
la naturaleza en forma estrecha y el éxito de sus actividades dependía, en gran
parte, de su habilidad para distinguir y reconocer diferentes tipos de nichos
ecológicos que propiciaban albergue a las especies útiles, objeto de su
búsqueda y persecución.
La vida de las comunidades sedentarias de los últimos
milenios, basada en la agricultura, ya no se desarrolla en dependencia tan
íntima del bosque, matorral o pastizal; sin embargo, los astutos hombres de
campo a menudo saben mucho acerca de la vegetación que les rodea, de su
dinámica, de sus relaciones con el clima, con el suelo y de su valor indicador
en cuanto a posibles aprovechamientos agrícolas o de otra índole. Tal sabiduría
se acumula y se transmite verbalmente de generación en generación, aunque muy
pocas veces aparece en forma escrita. El desarrollo tecnológico y científico de
los tiempos modernos requiere conocimientos mucho más exactos acerca de los
recursos naturales disponibles y uno de estos recursos es precisamente la
cubierta vegetal.
En consecuencia, no es sino en los últimos cuatro lustros
cuando se nota en México un despliegue de esfuerzos dedicados a estudiar
su vegetación en forma sistemática,
utilizando variados procedimientos y escalas, además de tener finalidades muy
diversas. Sin embargo, esta reseña no estaría completa si no se mencionara a
los precursores y no se ahondara, al menos someramente, en los tiempos
pretéritos.
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